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Minamoto no Yorimasa no necesitaba un pretexto especial para que su creciente hostilidad hacia el clan Taira se convirtiera en abierta rebelión. En la corte también se encontraba el descontento príncipe Mochihito, segundo hijo del ex-emperador Go-Shirakawa. Ya había sido pasado por alto dos veces en la sucesión al trono. La segunda vez ocurrió en 1180, cuando coronaron al joven Antoku. Así, Taira no Kiyomori, jefe del clan Taira, se convirtió en abuelo del emperador.

La coronación de un niño de tres años demostraba de forma tan evidente las maquinaciones de los Taira, que Mochihito estaba dispuesto a apoyar cualquier conspiración. Fue Yorimasa quien lo impulsó a dar ese paso y le prometió su ayuda.

La conspiración y los primeros pasos

Al igual que en la rebelión de 1160, los conspiradores eligieron el momento en que Kiyomori y su nieto, el emperador, se ausentaron de Kioto. Según la tradición, el nuevo gobernante debía visitar los santuarios del país. Normalmente se trataba de los monasterios de Nara y el monte Hiei, pero como Antoku era un títere de los Taira, lo llevaron a Itsukushima, el santuario favorito del clan. Esto dio a los conspiradores la oportunidad de buscar el apoyo de los monjes guerreros.

Una vez seguro de que la capital estaba sin Kiyomori, el príncipe Mochihito envió cartas a sus partidarios llamándolos a la rebelión.

Sospechas y huida

Una copia de la carta llegó a Minamoto no Yoritomo, hijo mayor de Yoshitomo, que vivía exiliado en Izu. Pero se expresó de manera imprudente y el complot se hizo conocido por los espías de los Taira. Pronto, los samuráis comenzaron a registrar la residencia del príncipe en Kioto. Sin embargo, Mochihito ya había huido, buscando refugio en el monasterio Mii-dera.

Ignorando aún el alcance de la conspiración, Kiyomori encargó precisamente a Yorimasa atacar Mii-dera y capturar al príncipe. Entonces Yorimasa reveló sus verdaderas intenciones: quemó su propia casa en Kioto y, con cincuenta leales, se unió a Mochihito.

A la espera de aliados

El plan de los conspiradores se derrumbaba, pero necesitaban resistir hasta que la rebelión se extendiera a las provincias orientales. El pequeño grupo de Yorimasa y los monjes de Mii-dera difícilmente podían hacer frente a un ejército de veinte mil hombres de los Taira (según el Heike monogatari). La única esperanza era la ayuda de otros monasterios.

Se enviaron cartas a Enryaku-ji, cuyos monjes Kiyomori había sobornado recientemente, y a Kōfuku-ji en Nara, desde donde llegó una promesa de apoyo. Yorimasa propuso un ataque nocturno contra Rokuhara, cuartel general de los Taira. Un fuerte viento permitiría incendiar los edificios e incluso capturar a Kiyomori. Pero el plan fue rechazado. Se decidió retirarse a Nara y unirse a los monjes de Kōfuku-ji.

La retirada hacia Uji

Al amanecer, un pequeño destacamento —apenas unos trescientos guerreros y monjes— abandonó el monte Hiei y se dirigió al sur. El camino hacia Nara pasaba por el río Uji. El puente sobre él tenía gran importancia estratégica: el río servía como defensa natural de Kioto.

Al llegar a Uji, el príncipe, exhausto por la huida, se detuvo en el monasterio Byōdō-in, famoso por su Sala del Fénix. Yorimasa colocó exploradores, retiró parte de los tablones del puente y esperó: quién llegaría primero, los Taira o los aliados de Nara.

La batalla en el puente

Al amanecer, los destacamentos Taira aparecieron en la orilla norte. En la niebla lanzaron su grito de guerra y la batalla comenzó de inmediato. Los Taira se lanzaron sobre el puente, pero cayeron en la trampa de las brechas preparadas. Sobre el río silbaron las flechas: los monjes demostraron ser hábiles arqueros. Yorimasa incluso se quitó el casco para tensar mejor la cuerda del arco.

Los monjes más valientes se arrojaron sobre las vigas del puente. Tajima, que más tarde recibiría el sobrenombre de “Cortador de Flechas”, desviaba una lluvia de proyectiles con su naginata. Tras él luchó Jōmyō, que derribó a una veintena de enemigos. Después irrumpió Ichirai Hōchi, saltando sobre un compañero en pleno combate.

La lucha en el puente se prolongó todo el día. Las vigas quedaron cubiertas de cadáveres. Los heridos se arrojaban al río, mientras que las cabezas de los enemigos se convertían en trofeos. Sin embargo, la ayuda de Nara nunca llegó.

El cruce y la caída de Minamoto

Los comandantes Taira dudaban, pero el joven Ashikaga Tadatsuna, de dieciocho años, se atrevió a vadear el río junto con su escuadrón. Otros siguieron su ejemplo y pronto los Taira irrumpieron en la orilla sur.

Se libró un encarnizado combate en las puertas del Byōdō-in. El príncipe Mochihito intentó huir, mientras Yorimasa y sus hijos contenían el avance enemigo. El propio Yorimasa fue herido por una flecha en el codo, y sus hijos Kanetsuna y Nakatsuna murieron en batalla. Al contener al enemigo, dieron tiempo a su padre para cometer seppuku —el suicidio ritual que se convirtió en modelo del código samurái.

La muerte de la conspiración

Tras la caída de Minamoto, las tropas Taira avanzaron más. El príncipe Mochihito fue alcanzado y asesinado en las puertas de un santuario sintoísta. Su cuerpo fue atravesado por flechas.

Horas más tarde, siete mil monjes guerreros partieron de Nara, pero al enterarse de la derrota, regresaron a sus templos. Los Taira entraron triunfantes en Kioto, llevando las cabezas del príncipe y de los hijos de Yorimasa.

Resultado de la primera batalla de la guerra Genpei

La Batalla de Uji, el 20 de junio de 1180, marcó el trágico final de la primera fase de la guerra Genpei. El llamado a las armas aún no había llegado a las provincias orientales y la rebelión fue sofocada. El príncipe Mochihito murió, y el levantamiento, apenas iniciado, terminó en sangrienta derrota.


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